Entre la niñez y la adolescencia existe una etapa clave que solemos pasar por alto. Entre los 7 y los 12 años, los niños no solo crecen en altura, también en identidad, emociones y habilidades sociales.
Cuando pensamos en el desarrollo infantil suele venirnos a la mente dos momentos concretos, : los primeros años de vida, con todos sus descubrimientos nuevos y la adolescencia, con sus cambios hormonales y su rebeldía. Pero entre medias existe una etapa que muchas veces se nos olvida: la infancia intermedia, o segunda infancia, entre los 7 y los 12 años.
Y esta es una fase llena de transformaciones silenciosas, donde los niños y niñas dejan de ser “pequeños” para empezar a construir quiénes son y cómo se relacionan con el mundo.
Las transformaciones incluyen, una mayor capacidad para reflexionar sobre sus sentimientos, además de ser capaces de pensar de otra forma sobre los comportamientos y emociones que tienen los demás para ser adaptativos en sus conductas con sus iguales o los que le rodean. También son más capaces de reflexionar, de hacerse preguntas ( ya muchas sin nuestra intervención de adultos) y de hacerse más responsables de lo que hacen y dicen. Es esa “Mente Razonadora” de la que habla María Montessori como una de esas características claves de esta segunda etapa de la vida.
El conocimiento de estas características, de sus cambios neurológicos, y psicológicos, nos hará a los adultos tener una mejor y más profunda comprensión de sus cambios para poder apoyarlos y acompañarlos mejor en esta etapa.
¿Qué es la infancia intermedia?
La infancia intermedia o segunda infancia es el periodo que abarca aproximadamente desde los 7 hasta los 12 años. Es el segundo septenio del que nos habla Rudolf Steiner en la Pedagogía Waldorf y el Segundo Plano del Desarrollo para María Montessori. Es un tiempo crucial para los niños y niñas porque:
- Empiezan a desarrollar una identidad más clara;
- Aprenden a regular mejor sus emociones;
- Amplían su mundo social y necesitan amistades más profundas;
- Y comienzan a ser más independientes en sus decisiones.
Aunque no es tan llamativa como los “primeros pasos” o los “cambios de la adolescencia”, la ciencia muestra que en estos años el cerebro de los niños y de las niñas vive una auténtica revolución.
El cerebro en plena transformación
Durante esta etapa, el córtex prefrontal —la parte del cerebro que nos ayuda a planificar, pensar y regularnos— madura a gran velocidad.
Esto nos da una explicación de por qué los niños empiezan a:
- Comprender que pueden sentir emociones mezcladas (estar tristes y felices a la vez)
- Cambiar la forma en la que ven un problema (lo que se llama reevaluación cognitiva)
- Y tener una mayor capacidad de reflexión.
Por ejemplo: un niño de 9 años ya puede reconocer que perder en un juego le frustra, y no le gusta, pero también es capaz de ver que es una oportunidad para mejorar o para hacer nuevos amigos.
La construcción de la identidad
También pasa que entre los 7 y los 12 años, los niños ya no solo quieren agradar a sus padres. Empiezan a preguntarse:
- ¿Quién soy yo?
- ¿Qué me diferencia de los demás?
- ¿Cómo me ven mis amigos?
Este proceso, aunque no siempre lo expresen con palabras, es la semilla de la identidad personal. Y con ella llegan también dudas e inseguridades. Muchos niños empiezan a compararse, a preocuparse por lo que los demás piensen de ellos y a experimentar sus primeras crisis de autoestima.
El mundo de las emociones
Hasta los 6 años las rabietas son habituales porque los niños no saben regular sus emociones y necesitan de nosotros los adultos como reguladores emocionales externos de sus emociones. A partir de los 7, las rabietas disminuyen, pero aparecen otros desafíos:
- Estados de ánimo cambiantes,
- Frustración cuando las cosas no salen como quieren,
- E incluso estallidos de ira inesperados.
Aquí es clave el papel de los adultos. No se trata de resolverles todo, sino de que les acompañemos. Se trata de que intentemos escuchar sin juzgar, validemos lo que sienten ( sen emociones más o menos fáciles de acompañar para nosotros) y de que les guiemos para encontrar otras formas de gestionar sus emociones. A gestionarlas, no a evitarlas ni a apagarlas. A esto se le llama coaching emocional y es un trabajo diario que hacemos las madres y los padres y que en esta etapa es más crucial si cabe.
Deben vernos como “ayudantes” estar ahí para cuando nos necesiten pero no todo el tiempo ni cuando ellos no quieran ¿Difícil eh?
Un ejemplo práctico: si un niño se enfada porque su equipo ha perdido en el partido que han jugado, y se le ve increíblemente frustrado, llorando o a punto de llorar…
En lugar de decir “no pasa nada”, podemos “ estar ahí ” sin meternos” pero a la vez preguntar:
👉 “¿Qué ha sido lo que más te ha molestado?”
👉 “¿Qué podrías hacer distinto la próxima vez?”
Ese tipo de preguntas les ayuda a pensar y a crecer, y a la vez les demuestras que estás ahí, cerquita por si necesita consuelo o soporte, pero dejándole expresarse por sí mismo.
Las amistades: mucho más que juego
Parece que esto empieza a pasar solo en la adolescencia pero ahora, en la infancia intermedia, los amigos se vuelven fundamentales.
Ya no basta solo con jugar juntos: buscan relaciones más recíprocas, con lealtad y confianza. Deben hacer amistades por sí mismos, llevarse bien con gente que no les cae bien y obedecer las normas de los adultos. Los niños y niñas empiezan a pasar más tiempo con sus iguales que con sus padres, tanto dentro del colegio como fuera, y empiezan a entender que las relaciones son dar y también recibir.
También aparecen las primeras experiencias de exclusión y los dilemas sociales: ¿qué hacer si alguien se queda fuera?¿cómo gestiono si me ignoran? ¿Cómo puedo defenderme sin ser agresivo?
La investigación muestra que en estos años los niños desarrollan la llamada teoría de la mente avanzada, es decir, la capacidad de ponerse en el lugar del otro y entender lo que piensa o siente. Y este razonamiento es importante para intuir quien conoce un secreto que han contado , pasar chismes en el recreo o saber reconocer si están intentando engañarles. Por ese motivo en esta etapa hay tanto cotilleo y parece que se vuelven más retorcidos, no porque lo sean, sino porque ahora pueden serlo. Hasta hace muy poco no se sabía en qué momento surgía este avance en la teoría de la mente, pero ahora se sabe que es en esta etapa, y no solo les ayuda a hacer amigos, sino también a mostrar empatía y solidaridad.
Los retos de esta etapa
Aunque la infancia intermedia está llena de avances, también trae retos:
- Más autoconciencia → dudas sobre uno mismo, inseguridad y comparaciones.
- Nuevas responsabilidades → hacer tareas escolares, cumplir reglas, organizarse.
- Mayor independencia → tener que tomar decisiones sin nuestra guía constante como adultos.
Estos retos, bien acompañados, se convierten en oportunidades para que los niños crezcan seguros y resilientes.
Cómo podemos acompañarlos
Los adultos —padres, madres, educadores— jugamos un papel fundamental en esta etapa. Algunas claves sencillas son:
- Escuchar de verdad: a veces no buscan soluciones, solo ser escuchados y comprendidos.
- Nombrar las emociones: poner palabras a lo que sienten y ayudarles a organizar y a transitarlo.
- Hablar de dilemas sociales: ya sea a partir de una película o una situación real, conversar sobre cómo se sienten los demás.
- Dar espacio para la autonomía: dejar que tomen decisiones y aprendan de sus errores.
- Validar sus logros: reconocer no solo los resultados, sino el esfuerzo.
La infancia intermedia (7-12 años) no es una simple “antesala” de la adolescencia. Es una etapa en sí misma, con un enorme valor para el desarrollo emocional, social y cognitivo de los niños.
Acompañarlos con paciencia, escucha y respeto les dará las herramientas necesarias para atravesar la adolescencia con más confianza y construir una identidad sólida.
¿Te apetece seguir aprendiendo y tener más herramientas para acompañar a tus peques con calma y respeto?
Cada familia es diferente. Aquí estoy para ayudarte con asesorías personalizadas, charlamos, vemos tu caso y vamos paso a paso.
Si quieres, escríbeme y lo hablamos, que juntos siempre es más fácil.
AUTOR: Fernando Bueno Padre de 2 y Guía Montessori.
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