Bromas a los peques: ¿Dónde está el límite del respeto?

Las bromas a los peques pueden ser una forma divertida de conectar con los niños, pero es importante preguntarnos: ¿todas las bromas son respetuosas? A veces, sin darnos cuenta, ciertas bromas pueden generar confusión, inseguridad o incluso dañar la confianza de los niños. Este tema nos invita a reflexionar sobre cómo usamos el humor en la crianza y si realmente estamos respetando sus emociones y perspectivas. 

La Navidad este año me ha hecho reflexionar mucho sobre el trato que de forma generalizada les damos a los peques. Mi entorno es más o menos consciente de que las niñas y los niños no son ciudadanos de segunda, pero si observas, en muchas de nuestras actitudes adultas en general, mostramos lo contrario. 

Y es que he visto estas Navidades a abuelos, tíos, y primos, hacer bromas a los peques.  

¡Y que bromas! 

Con toda la buena intención, oye, pero bromas que… 

Eran de todo menos bromas. 

Sé que cuando hablamos de este tema muchas personas piensan: “Si no podemos hacer bromas a los niños, vamos a criar a niños y niñas que no aguantan nada, niños de cristal”. 

 Pero, si a mí me resuenan y soy una adulta, ¿cómo crees que les sienten ellos? ¿y si te dijera que algunas bromas no son inocentes y pueden afectar más de lo que creemos?  

Hoy me gustaría invitarte a reflexionar sobre esas bromas que se hacen a los más pequeños y que, muchas veces, pasan desapercibidas como algo natural o incluso simpático. 

Las bromas que asustan y confunden 

 ¿Cuántas veces ha escuchado a un adulto decirle a un niño cosas como:  

“Esto me lo llevo a mi casa”, refiriéndose a su juguete favorito, o incluso: “¿Venga, te vienes conmigo, dile adiós a mamá y papá”?  

Son bromas de gente mayor, de abuelos… me dirás. Pero no son mucho más comunes de lo que pensamos. 

Estas bromas, que giran en torno a “robar” algo suyo a “separarlos” de sus figuras de apego, generan en los niños confusión, miedo ya veces lágrimas. 

Los peques, que no tiene el contexto emocional o cognitivo para entender el humor detrás de estas palabras, se asustan. A veces se abrazan a su cuidador buscando protección, pueden enfadarse, o incluso se ponen a llorar.  

Es entonces cuando el adulto dice:  

“Era solo una broma”.  
Pero ¿solo por decir “es una broma” se convierte en broma?  

 ¿Realmente lo era? ¿Era gracioso para ambos?  

Porque para que algo sea una broma, las dos partes deben reírse, y aquí claramente esto no pasa. 

Es algo terrible hacer estas bromas, es terrible que hacer que lo vas a secuestrar o a llevarte a su hermanito… o que le vas a robar algo. A mí personalmente no me hace ninguna gracia. Aunque luego me digan que es una broma. 

¿Por qué hacemos estas bromas? 

Estas bromas se perpetúan muchas veces por tradición, porque queremos hacerles “más fuertes” o incluso porque creemos que así les resultaremos graciosos o simpáticos a los peques. 

Porque queremos caerles bien. 

Encontrarán que muchos te dirán que “solo lo estaba chinchando un poco” ¿Y qué necesidad hay? ¿por qué hacérselo pasar mal sin necesidad? 

Pero, en el fondo, también esconden una demostración de poder: el adulto tiene la capacidad de provocar tristeza o miedo y luego devolver la calma diciendo que no era real. Es un juego de poder que atenta contra la dignidad del niño, aunque no lo hagamos de forma consciente. 

Y aquí viene lo importante: los niños no son ciudadanos de segunda.  

Merecen el mismo respeto que esperaríamos para nosotros mismos.  

De la misma forma que no te gustaría que alguien te cogiera el móvil y te dijera: “Ahora es mío”, a ellos tampoco les gusta que les quitemos su peluche. Deberíamos hacer lo mismo con ellos, por mucho que lo disfracemos de broma. 

El impacto emocional de estas bromas. 

Este tipo de bromas, no solo les genera incomodidad inmediata, sino que también puede afectar la confianza del niño en su entorno.  

Los más peques son muy literales, no comprenden en los primeros años las segundas intenciones, el sarcasmo o las “bromas” tal y como las entendemos los adultos. Y necesitan sentir que están en un espacio seguro, que su entorno es confiable y que sus emociones y sus cosas se respetan. 

Si les hacemos dudar de nuestras palabras, les hacemos dudar de lo confiables que podemos ser y podemos generar inseguridades innecesarias. 

¿Cómo usar el humor de forma respetuosa? 

Vale, me dirás, entonces, ¿Es que no podemos reírnos con nuestros peques? 

Y de nuevo otra cuestión importante: Reírnos CON, no DE ellos y ellas. 

Muchas veces como en estos reels que se hacen virales donde les tiran un tranchete a la cara a un peque o les dan un susto para ver que hacen. Son bromas en las que nos reímos DE ellos, no CON ellos, porque es evidente que a ellos no les hace ni pizca de gracia.  

El humor es una herramienta maravillosa para conectar con los peques, pero necesita ser empático. En lugar de bromas que confundan o asusten, puedes probar estas ideas: 

  • Bromas con imaginación: “¿Y si el peluche fuera un superhéroe? ¿Qué haría para salvarnos hoy?”. 
  • Humor físico: Hacer caras graciosas, andar como un animal o inventar pasos de baile raros o ridículos. 
  • Crear cuentos entre los dos: Crear cuentos absurdos. 

 

Si quieres caerle bien a un peque, pregúntale cómo se llama, por las cosas que le gustan, pregunta por su comida o cuento favorito y cuéntale tu cuál es tu preferido. Se amable y no le trates diferente por ser pequeño, así refuerzas el vínculo y la confianza entre tú y el peque. 

Respeto y dignidad: la base de la crianza consciente 

Educar desde el respeto implica tratar a los niños como iguales en dignidad.  

Ellos no tienen las mismas herramientas que nosotros para procesar ciertas bromas. Y su cerebro aún no está preparado. 

Cuando eliges respetar sus emociones y límites, no estás criando “niños de cristal”. Estás criando personas fuertes, seguras y confiadas, que sabrán cómo poner límites saludables porque tú les has enseñado. 

Así que la próxima vez que te encuentres a punto de hacer una broma o veas a alguien hacerlas, pregúntate: “¿Se va a reír conmigo o a costa de él?”.  

Y es que para que algo sea una broma tiene que ser gracioso para los dos. En algún momento las dos partes tienen que reírse, si no, no es una broma. 

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AUTORA: Marian Rodríguez  Mamá y Maestra de Educación Infantil y Primaria.

27 de enero de 2025
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