Adultos no responsables, niños sin límites.
Padre mira a su hijo

Adultos no responsables, niños sin límites.

 

Lo primero de todo es cómo aceptar tu papel como adulto responsable.

 

Lo primero que he aprendido dentro de este universo de la Crianza y la educación respetuosa es que, para acompañar desde el respeto, para ser una madre, padre o educador verdaderamente respetuoso, es que hay que acompañar y validar todas las emociones.

Una de las cosas que recibo como acompañante de familias es que las familias no quieren que sus hijos “se les vayan de las manos”. Esto es una máxima dentro de la educación respetuosa. El temor a que “demasiado amor” les haga perder el control de la situación y que el niño o la niña no sepa dónde están los límites.

Y, sin embargo, me encuentro en muchas familias, en pos de la educación respetuosa, saltando entre la permisividad más flagrante y la autoridad más absoluta. Con miedo a que sus hijos enseñen emociones “incomodas” y a que “sufran” por ponerles límites y no dejarles ser “libres”

Creo que habría que aclarar esto de educar desde el respeto: Educar desde el respeto no implica renunciar a nuestro rol como madres y padres. De hecho, tomar decisiones por nuestros hijos es una parte natural de la crianza. Como madres y padres, nos corresponde a nosotros guiarlos y decidir cómo queremos criarlos, ya que somos los responsables de su bienestar y así tenemos que actuar.

Saber esto, que tenemos que hacernos cargo y que ésta es nuestra tarea y no otra, nos ayuda a no entrar en luchas de poder para demostrar a nuestros hijos que estamos al mando. Y también nos ayuda a respetar las muestras emocionales que surjan de ellos. Porque como madres, padres o educadores siempre estamos al cargo, ponemos límites y somos capaces de recogerles en sus emociones.

Para cada familia habrá una cosa importante y otra que sea una tontería o que no tenga que ser un limite sino una norma (La diferencia entre las dos, da para otro artículo)

Para algunos padres, es clave que los niños estén en la cama a las nueve; para otros, no es importante tener un horario fijo. Lo mismo pasa con los videojuegos: unos permiten su uso solo los fines de semana, otros, media hora al día y algunos no los tienen en casa.

¿Qué está bien? No hay una respuesta única.

Cada familia debe decidir qué es lo mejor según sus prioridades y necesidades como familia. Tomar decisiones en la crianza es una responsabilidad que viene con ser madre o padre.

 

Crianza respetuosa sinónimo de niños sin limites.

 

Es común, muy común cuando hablas de crianza respetuosa algunas personas piensen que ésta se traduce en adultos permisivos y niños sin límites.

Seguro que te ha pasado. A mí, mil veces. Tanto como madre, como desde el rol de educadora.

Esto surge de la idea equivocada de que respetar las emociones de los niños implica ceder siempre a sus deseos o evitar poner reglas.

Sin embargo, la crianza respetuosa no significa no poner límites. De hecho, esta crianza es bastante normativa (de forma bien entendida)

Al contrario, de lo que se piensa, se trata de establecer normas claras y coherentes, pero acompañando a los niños de manera empática.

Los límites siguen siendo necesarios (porque los niños son niños y nosotros los adultos a cargo), pero se los comunicamos desde el respeto, sin castigos ni imposiciones autoritarias.

Esta forma de crianza buscamos equilibrar el amor con la guía y la firmeza (firmeza y cariño desde la Disciplina Positiva), ayudando a los niños a desarrollar autocontrol y comprensión emocional, sin sentir que sus emociones están mal o son ignoradas.

Así, los padres y madres tenemos la responsabilidad de tomar decisiones y somos los que estamos a cargo, pero de una manera que fomenta el respeto mutuo y el desarrollo emocional sano de nuestros hijos e hijas.

 

¿Cómo aceptar todas las emociones de tus hijos?

Bien sencillo.

Asumiendo que todas son válidas.

Una cosa es que sean incómodas para mi como adulto. Bien porque no conecto con ellas, o por todo lo contrario, porque me hagan conectar con algo en mí que duele.

La pregunta en realidad tendría que ser ¿qué tipo de madre o padre quiero ser?

Aquí es donde podemos decidir si perpetuamos la manera en que nos educaron, ese modelo autoritario y de castigo, o queremos ser padres más respetuosos.  A todos nos gusta más un jefe o una jefa que guía y no manda, y que llevan al equipo desde el respeto y la empatía ¿no?

Pues nuestros hijos no son una excepción.

 

¿Cómo puedo ser respetuosa y a la vez establecer normas y poner límites?

 

No digo que sea sencillo, porque no lo es. Pero fundamentalmente, es respetando y validando sus emociones.

Muchos de los desafíos en la crianza se resuelven al entender que tus hijos tienen derecho a no estar de acuerdo contigo, sentir emociones como el enfado o la tristeza, y expresarlas.

Esto no significa que debas cambiar tus decisiones como padre o madre para evitar que se molesten o lloren. Pero si en lugar de eso validas y acompañas esas emociones, es más probable que tanto tú como tu hijo os sintáis mejor, sin generar un conflicto.

A veces (muchas), tus hijos no querrán irse del parque, o del cumpleaños, o no querrán bañarse justo ahora, o en el caso de los adolescentes, volver a la hora que le has pedido. Y lo más seguro es que nos monten una de esas que hacen historia, una rabieta en toda regla o un enfado supino.

Tu hijo no está de acuerdo contigo y te lo hace saber.

No es nada personal contra ti, no quiere llevarte le contraria ni ponértelo difícil.

Simplemente está enfadado o triste y te lo hace saber de la forma que sabe según su edad.

Lo importante es no tomárselo como algo personal. Si sabes que nuestra hija o nuestro hijo NO nos está llevando la contraria solo para salirse con la suya.

La cosa sabe mejor.

No entramos en luchas de poder sin sentido porque ya sabemos que lo de tomar decisiones, nos guste o no, es cosa nuestra, de los padres y las madres.

¿Y cómo lo hago? Validar las emociones

 

Estrategias para Validar Emociones

 

  1. Escucha activa: Permite que el niño exprese lo que siente sin interrumpir o juzgar.
  2. Pon nombre a la emoción: Conecta. Agáchate, mírale a los ojos y ayúdale a identificar lo que está sintiendo. Por ejemplo: “Veo que estás frustrado porque no quieres irte del cumple”.
  3. Validar la emoción: vamos a decirle que es normal lo que siente y que tiene derecho a sentirse así. “Entiendo que estés triste, a mí también me pasa cuando estoy con mis amigos”
  4. Explícale lo que va a pasar: Si para ti es importante irte ya por el motivo que sea, explícaselo y dile que es lo que vas a hacer tú (lo que está en tu mano hacer) El mensaje tiene que ser sencillo y claro: “Es la hora cenar, así que ahora vamos a irnos a casa.” Solo tú sabes lo importante que es o no irte, al peque le da igual que se lo expliques solo quiere quedarse más.
  5. Ofrécele una alternativa atractiva: Podemos ofrecerle seguir otro día o en otro momento, podemos proponerles juagar en casa…

Y a veces lo que mejor funciona es dar dos opciones cerradas dentro de la decisión que ya hemos tomado: “Mientras vamos al coche, ¿quieres que hagamos una carrera andando como pingüinos o corriendo como caballos?”.

  1. Ofrece apoyo, no soluciones inmediatas: Acompañar no siempre significa resolver. A veces, solo estar presentes es lo que el niño necesita.

 

A veces incluso siguiendo estas estrategias el peque llora. Y es que el llanto es una herramienta muy sana para transitar emociones como el enfado, la frustración o la rabia, y no es malo, aunque tengamos la idea de que no debemos dejarlos llorar.

Una cosa es dejarlos llorar solos sin prestarles atención ni dar importancia a lo que están viviendo, y otra muy diferentes es, permitirles llorar mientras los acompañamos.

 

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AUTORA: Marian Rodríguez. Mamá de dos y Maestra en Educación Infantil y Primaria.

21 de octubre de 2024
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