Estereotipos de género en los juguetes: lo que regalamos sin darnos cuenta
¿Quién sería yo si hubiera aprendido a encajar en el molde de “niña”?
Lo pienso muchas veces.¿ quién sería yo hoy si de pequeña no me hubieran repetido que debía ser dulce, que debía sonreír debía ser más dulce y “tranquilita”. Si me hubieran dejado correr más, trepar más, ocupar más espacio. Si no me hubieran regalado solo Barbies, cocinitas y muñecas mientras le pedía a los reyes mago tooodos los años pistas de coches o un tren eléctrico… Si no me hubieran dicho que ciertas cosas “no eran de niñas”.
Igual me habría sentido más fuerte. Menos torpe. Más confiada. Hubiera seguido jugando al fútbol e igual habría aprendido antes que mis gustos no tenían que ser aprobados por nadie. Y entonces llega Diciembre, el mes en el que inevitablemente conecto con esto y me enfado, me enfado. Porque pienso en todas las niñas y niños de hoy, repitiendo historias que no tendrían por qué repetirse.
La escena que se repite cada Navidad
Hace unos días, mientras hacía la compra en un supermercado, vi a una mamá joven con su hijo delante de un “set de maquillaje” infantil. El peque lo tocaba con curiosidad, como quien descubre algo que le llama. Y ella, casi sin pensarlo, soltó un:
—No, cariño, ese no. Ese es de niñas.
Y algo en mí crujió.
No porque esa madre quisiera limitarlo —estoy segura de que no—, sino porque esta escena se repite desde hace décadas. Y pensé: no cambia nada. Porque aunque queramos creer que vivimos en el siglo XXI, los catálogos de juguetes, y la oferta de las tiendas y los supermercados siguen pintando de rosa lo que “debe gustar a las niñas”. Y este año no es distinto, la publicidad continúa reforzando roles sin cuestionarlos. Lo vivimos nosotras de pequeñas, lo vivieron nuestras madres, y sigue ocurriendo hoy.
Lo triste es que no es casual. No es que “a las niñas les guste el rosa” y “a los niños les guste la acción”. Es marketing. Si convences a las familias de que cada criatura necesita juguetes de “su género”, vendes el doble. Y lo peor es que funciona.
Cada diciembre pasa lo mismo. Entras en una tienda de juguetes y, antes incluso de mirar precios, el espacio te habla. A la izquierda, un mar rosa de muñecas, cocinitas, kits de maquillaje y coronas brillantes. A la derecha, azules, grises y rojos: coches, pistolas, helicópteros, superhéroes, herramientas. No hace falta leer ningún cartel. El mensaje está a la vista: esto es para niñas, esto es para niños. Y tú, que buscas un regalo bonito, quizá no te das cuenta de que estás a punto de comprar mucho más que un juguete: estás a punto de comprar un trocito de identidad.
Porque aunque hablemos de igualdad, de educación consciente y de criar con respeto, la industria del juguete sigue empujándonos hacia los estereotipos con una fuerza que a veces pasa desapercibida. Y, sin querer, terminamos reforzando ideas que nos dañaron a nosotras mismas cuando éramos pequeñas. Por eso hace falta mirar el juego con otros ojos, desde el lugar donde de verdad empieza la libertad interior.

Lo que realmente muestran los datos
Aunque no hay cifras exactas de cuántos sets de maquillaje o juguetes “girly” se lanzan cada temporada, los estudios de mercado muestran que la industria sigue saturando el mercado infantil con juguetes dirigidos a niñas, especialmente maquillaje, muñecas, cocinitas, sets de moda y accesorios. Los juguetes dirigidos a niñas siguen vinculados de forma abrumadora a roles de cuidado, belleza y domesticidad, y los dirigidos a niños están asociados a fuerza, protagonismo y acción. Incluso cuando las campañas parecen más inclusivas, las secciones de “belleza” siguen mostrando casi exclusivamente niñas. El mensaje sigue siendo el mismo, aunque esté envuelto en colores más modernos.
Por ejemplo, un análisis de 2022 del Geena Davis Institute on Gender in Media concluyó que los juguetes dirigidos a niñas siguen siendo 18 veces más propensos a presentarse con mensajes de cuidado, belleza y domesticidad que los dirigidos a niños. Y aunque en la campaña 2023‑2024 se observó un ligero aumento de anuncios que muestran niñas y niños jugando juntos, el 70 % de los juguetes de “belleza” siguen pensados exclusivamente para niñas.
En otras palabras: la industria mantiene la idea de que a las niñas les toca maquillarse, cuidar, “ser bellas”. Y eso, sabemos, es muy dañino para su desarrollo y libertad.
Los datos recientes lo confirman. Esto habla de nosotros como sociedad, esto habla de que los estereotipos de género siguen estando presentes. Habla de lo que todavía transmitimos sin darnos cuenta. Habla de lo difícil que sigue siendo regalar libertad cuando las tiendas insisten en vender moldes.
¿Qué pasa cuando limitas los juguetes por género?
Quizá pienses que no es tan importante. Que un juguete es solo un juguete. Pero en la infancia nada es “solo”. El juego es su manera de ensayar el mundo, de probar identidades, de explorar emociones. Si limitas el juego, limitas sus experiencias. Y si limitas sus experiencias, acabas limitando quién pueden llegar a ser.
Si a una niña le das solo muñecas, cocinitas y maquillaje, estás reforzando la idea de que su valor está en cuidar, en agradar, en estar guapa, en acompañar. Luego, cuando con 25 años duda de si su voz merece espacio, decimos que le falta confianza. Pero ¿Cómo podría tenerla si nunca le dimos un espacio donde ser protagonista?
Si a un niño solo le das juguetes de acción, lucha y conquista, estás enseñándole que lo emocional es secundario, que lo importante es liderar, resolver, ganar. Luego, cuando de adulto no sabe cómo sostener a su hijo cuando llora, decimos que “le cuesta conectar”. Pero ¿Cómo iba a conectar si nunca le enseñamos cómo?
El juego no es inocente. Es un ensayo invisible de lo que vendrá después.
Y a esto contribuimos cada día con nuestro lenguaje. Porque lo que decimos importa, el lenguaje importa, a veces el lenguaje parece inofensivo paro cala poco a poco y más de lo que nos imaginamos. “Qué bruta eres.” “Qué guapa vas, princesa.” “No llores, tú eres fuerte». «Vamos campeón.”
“Eso es de niños.” “Eso es de niñas.”
El lenguaje no es neutro. Los estereotipos de género se cuelan en el lenguaje, porque cuando le decimos a un niño “qué bruto eres”, normalizamos que ser niño es sinónimo de moverse sin control y de usar la fuerza.
Cuando decimos “qué guapa vas, princesa”, enseñamos a las niñas que ser valoradas pasa por su aspecto, por agradar, por cumplir un ideal. Y cuando un niño llora y le decimos “vamos campeón no llores”, le robamos la oportunidad de conocerse por dentro, de aceptar sus emociones.
Son frases pequeñas, pero marcan territorios enteros. Enseñan a los niños que la fuerza es su identidad y a las niñas que su valor es externo. Enseñan a unos a no llorar y a otras a agradar. Enseñan límites antes de que tengan herramientas para cuestionarlos.
El lenguaje y el juego son los primeros mapas del mundo que les damos. Y si ese mapa está lleno de etiquetas, les pedimos que caminen sin salirse del margen.

Lo que aprenden mientras juegan: identidad, emociones y libertad
El juego no es entretenimiento. Es el lenguaje de la infancia. A través del juego, están construyendo su identidad.
A través del juego, ensayan futuros posibles, experimenta roles, emociones, límites.
Y si el juego está lleno de estereotipos, lo que aprende también lo estará.
Un niño que solo juega a ser superhéroe, policía o soldado, aprende que ser hombre es salvar, proteger, arreglar cosas, pero no pedir ayuda.
Una niña que solo juega con muñecas y maquillaje, aprende aprende que ser mujer es gustar, estar guapa, cuidar., y que su valor está en cómo se ve, en lo cuidadosa, tranquila y en cómo agrada.
No es que un kit de maquillaje sea malo o que una capa de superhéroe sea peligrosa El problema aparece cuando solo les damos un tipo de juego, cuando no hay variedad, un tipo de modelo, un tipo de mundo. Cuando el juego no les ofrece más caminos que los de siempre. Y ahí es donde los estereotipos se vuelven reales.
Les quitamos la posibilidad de ser todo lo demás.
El negocio detrás del rosa y el azul
La industria no solo vende juguetes, vende identidades. La industria lo sabe bien.
Sabe que si una niña empieza a jugar pronto al “verse bonita”, es más probable que en la adolescencia y la adultez siga buscando productos que la mantengan así. Les enseña a las niñas que su valor está en verse bien. Y ese mensaje no se queda en la infancia: crece con ellas.
Porque esa niña que a los 3 años juega a pintarse los labios, a los 13 ya siente que necesita hacerlo. Y a los 25 puede que siga buscando en un espejo la aprobación que el juego le enseñó a necesitar.
Las marcas lo saben. Por eso llenan los catálogos de belleza infantil, de esmaltes, de “kits de glamour”. Porque si logran que el aspecto físico sea un hábito desde la infancia, después podrán vender cualquier cosa que prometa “mejorarlo”. Y mientras tanto, nosotras seguimos diciendo: “Solo es un juego”.
Y de la misma forma la industria sabe que si un niño se identifica con la fuerza y la acción, será más fácil venderle después productos asociados al dominio, la aventura o la velocidad.
A veces hablamos tanto de las niñas que olvidamos mirar a los niños. Ellos también crecen con límites que les pesan. Cuando a un niño le dicen que no puede maquillarse, ponerse falda o jugar con muñecas, le están enseñando que la ternura es sospechosa, que la sensibilidad es “de niñas”, que lo emocional es peligroso.
Y así, sin querer, educamos a niños que crecen creyendo que llorar les hace débiles, que pedir ayuda es fallar, que sentir es arriesgado. Les quitamos la mitad del mundo emocional y luego les pedimos que sean adultos empáticos. Ellos también merecen un juego que les permita explorar sin miedo
.Por eso el rosa va cargado de “belleza” y el azul de “valentía”. No venden juguetes: venden identidades. Y cuanto antes las adopten, más difícil será soltarlas.
Estas Navidades, regala experiencias, no moldes
No se trata de prohibir muñecas ni coches. Se trata de ampliar posibilidades. De no mirar el juguete por su color, sino por la experiencia que ofrece. De preguntarte qué mensaje va dentro del envoltorio. De acompañar sin juzgar lo que les llama, aunque no entre en el molde tradicional o en lo que nosotros pensamos o creíamos que iba a pasar.
Si tu hijo quiere una cocinita, genial. Si tu hija quiere un taladro de juguete, también. Si quieren mezclarlos todos, mejor aún. Porque ahí aparece el juego libre, el que no sigue guiones, el que construye pensamiento propio.
Cuando pases por un centro comercial o unos grandes almacenes, lleva a tu hija o a tu hijo por toda la tienda, haz hincapié en juegues de todo tipo, sobre todo en los que generan juego abierto y en los juegos que no sean abiertamente divididos en géneros. Intenta no exponerles a la publicidad intensa de la tv y buscar los juegos que salgan de ellos, no darles un catalogo para que elijan si no tienen nada pensado.
💡 Qué puedes hacer tú (si de verdad quieres educar en libertad)
Estas fiestas, cuando tengas un juguete en la mano, párate un segundo. Pregúntate si lo está limitando o si le está abriendo puertas. Si lo acerca a lo que desea o solo a lo que se espera de él o de ella.
- No mires el color, piensa: ¿Qué ofrece? ¿Movimiento, imaginación, rol, construcción, cuidado, exploración?
- Pregunta (o hazte la pregunta):Pregúntate qué está diciendo ese objeto, y cuál quieres que sea el mensaje que le llegue a tu hijo o hija. “¿Qué experiencia le aporta a mi niña o a mi niño?” ¿Estimula su creatividad? ¿Su empatía? ¿Su coordinación? ¿Su curiosidad?
- Permite la curiosidad, sin prejuicios. Si a un niño le gusta una muñeca o una cocinita, déjalo. Si a una niña le gusta un coche o un set de construcción… pues estupendo… más opciones de juego.
- Cuando alguien suelte el famoso “eso es de niñas / de niños” — respira, sonríe y responde:
“Los juguetes no tienen género. Las personas tienen intereses.”
Díselo a la gente como un mantra, repítelo y repítelo. Sin sermón. Sin culpa. Solo de verdad. A veces la frase simple es la que deja más huella.
Quizá este año puedas regalar algo más grande que un juguete: puedas regalar posibilidad. Puedas regalar mundo. Puedas regalar identidad libre, sin etiquetas, sin guion.

Educar con otra mirada también empieza en el juego
Educar con otra mirada es observar antes de comprar. Es cuestionar lo que siempre nos dijeron. Es no dejar que la industria decida por ti. Es elegir desde la consciencia, desde el respeto, desde el deseo de que tus criaturas crezcan sin miedo a ser ellas mismas.
Porque cuando regalas un juguete sin etiquetas, lo que de verdad estás diciendo es:
“Puedes ser lo que quieras.” Y no hay regalo más grande que ese.
Si quieres llevar esta mirada a tu hogar o a tu escuela, podemos acompañarte. En nuestra comunidad y asesorías te ayudamos a crear espacios de juego que fomenten diversidad, igualdad y libertad desde la primera infancia. Escríbeme y lo hablamos, que juntos siempre es más fácil.
AUTOR: Marian Rodríguez. Mamá de dos, maestra de Infantil y Primaria, Asesora de familias y de centros educativos.

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