🧠 Neurociencia en la educación: mirar al cerebro para transformar la escuela

Qué nos enseña la ciencia del cerebro sobre cómo aprenden los niños y cómo podemos aplicarlo en el aula.

La escuela que tenemos y la escuela que queremos

Vivimos un momento apasionante en el campo educativo, la neurociencia en la educación por fín está presente. Cada día sabemos más sobre cómo aprende el cerebro humano y, al mismo tiempo, vemos cómo los niños crecen en un entorno lleno de estímulos, información y cambios.
En este contexto, la neurociencia en la educación se ha convertido en un aliado fundamental: un puente entre la ciencia y la práctica pedagógica que nos permite comprender, acompañar y transformar la manera en que enseñamos.

El cerebro de un niño no es un contenedor que llenamos con contenidos, sino una red en crecimiento con conexiones que se refuerzan o se debilitan con cada experiencia. Ese programa interno —el que la ciencia del cerebro descifra— es lo que transforma la educación en un acto más profundo: ya no sólo “enseñar algo”, sino “acompañar a un ser que aprende, que siente y que se desarrolla”. Y esto es precisamente lo que la neurociencia en la educación nos ayuda a comprender.

No se trata de convertirnos en neurocientíficos ni de llenar el aula de tecnicismos, sino de traducir el conocimiento del cerebro en estrategias reales que ayuden a los docentes a llegar mejor a sus alumnos, a diseñar espacios que favorezcan la atención y a comprender por qué las emociones, el juego o el movimiento son esenciales para aprender.

 

 ¿Qué es la neurociencia en la educación?

La neurociencia en la educación (o neuroeducación) es la disciplina que integra los descubrimientos sobre el cerebro con las prácticas pedagógicas. Busca responder a preguntas como: ¿Cómo procesa la información un niño? ¿Qué papel juega la emoción en el aprendizaje? ¿Cómo afecta el entorno al desarrollo cerebral?

“La inteligencia de los alumnos no es estática, se puede incrementar o debilitar”.

“La curiosidad se nutre de dos emociones: la sorpresa y la alegría”. 

(David Bueno, 2022)

Durante años, la educación se apoyó en modelos más uniformes, donde todos los niños aprendían al mismo ritmo y de la misma forma. Hoy sabemos que no estamos ante un cerebro cerrado que tiene un “coeficiente de inteligencia” fijo para siempre, sino que  cada cerebro es único: se moldea con las experiencias, con la relación con los demás y con el ambiente que lo rodea. El  cerebro es dinámico, moldeable, social y emocionalmente situado. Y para la escuela que queremos (activa, personalizada, respetuosa)  esta es una noticia fantástica.Por eso la neurociencia en la educación propone un enfoque más flexible y adaptado a cada niño y niña.

Entender cómo funciona el cerebro infantil nos ayuda a diseñar formas de enseñar que  respeten sus ritmos, sus estilos, sus necesidades. Nos mueve a cambiar la pregunta de “¿qué vas a enseñar?” por “¿cómo van a aprender?” y “¿cómo se van a sentir mientras aprenden?”.

 

Por qué la neurociencia importa en la escuela

Cada día, en el aula, ocurren miles de microprocesos invisibles: conexiones neuronales que se fortalecen o se debilitan según las experiencias que vive el niño.
Si comprendemos  esto nos lleva a una conclusión clara: enseñar no es llenar cabezas, es generar experiencias que transforman el cerebro.

Beneficios de aplicar la neurociencia en la educación. La Neurociencia nos ha ayudado a entender mejor muchos procesos: 

🧩 1. La emoción y la atención van de la mano.

El cerebro aprende mejor cuando está emocionado, curioso o conectado afectivamente con lo que ocurre. Si un peque se siente seguro y valorado, su cerebro libera neurotransmisores que facilitan la atención y la memoria.
Y al revés, cuando hay miedo, estrés o presión constante, el cerebro activa mecanismos de defensa ( nos pone en modo ataque o huida) y se bloquea el aprendizaje.

Por eso, un aula emocionalmente segura no es un “extra”: es la base de todo aprendizaje profundo. Así de importante es la vinculación con los peques que están a tu cargo en un espacio; es lo que va a marcar la diferencia en su aprendizaje. Aquí te dejo un poco de información de UNICEF sobre educación emocional.

🌱 2. El cerebro necesita movimiento.

Los estudios neurocientíficos demuestran que el movimiento activa las áreas cerebrales relacionadas con la concentración y la memoria.
El cuerpo no está separado de la mente: cuando los niños manipulan, exploran, repiten patrones,se mueven o juegan, están también organizando información y consolidando aprendizajes. 

El movimiento es una base esencial en la neurociencia en la educación. La neurociencia como en otros ámbitos ha venido a certificar lo que ya muchos pedagogos o maestros habían puesto encima de la mesa (Aucouturier, Montessori…) que no puede desligarse el movimiento del aprendizaje, sobre todo en las primeras edades.

De esta forma, aulas en las que los peques pueden elegir y desplazarse libremente favorecen un aprendizaje más natural y coherente con el desarrollo de la infancia.

💭 3. Dormir, repetir y descansar también son aprender

El cerebro no solo aprende cuando está despierto. Durante el sueño y el descanso, las conexiones neuronales se reorganizan y consolidan la información.

“Dormir consolida las conexiones neuronales creadas durante el día.


Alternar momentos de concentración con pausas, y respetar el ritmo biológico de los niños, no significa “perder tiempo”, sino dar espacio al cerebro para asentar lo aprendido.

🎨 4. La creatividad y el pensamiento crítico se entrenan.

La neurociencia también nos ha ayudado a entender que la creatividad no es un talento reservado a unos pocos, sino una función cerebral que puede estimularse.La neurociencia en la educación demuestra que la creatividad también se puede enseñar y estimular.


Proponer proyectos abiertos, preguntas sin respuesta, espacios de exploración y juego simbólico activa regiones cerebrales que desarrollan la imaginación, la resolución de problemas y el pensamiento divergente.

Aplicaciones prácticas de la neurociencia en el aula

Una vez sabes cómo se organiza el cerebro de los niños y niñas y cómo aprende el cerebro, es más sencillo traducir todo esto al día a día real del aula. 

  • Diseña experiencias multisensoriales

El cerebro aprende a través de los sentidos. Cuando combinamos imágenes, sonidos, movimiento y manipulación, creamos más rutas neuronales para recordar una experiencia.

Por eso, las aulas preparadas, los materiales naturales, los rincones sensoriales o las actividades de experimentación no son solo “bonitos”: son herramientas poderosas para aprender mejor.Desde la neurociencia sabemos que vincular varios sentidos fortalece las rutas neuronales. De este modo, en una propuesta de juego si combinas lo  táctil + visual + auditivo + movimiento, favorecen la retención y la comprensión profunda.

  • Cuida el clima emocional

Antes de enseñar, necesitamos conectarnos. La vinculación es fundamental en el espacio aula. Una mirada que escucha, que el peque sepa que estás presente un espacio donde el error se vive como oportunidad, un espacio con límites que dan un marco de seguridad y bienestar al grupo… todo eso prepara al cerebro para aprender.

Fomentar un ambiente seguro y empático es esencial para que los peques se sientan seguros y se atrevan a explorar y expresar lo que piensan.

Te hablamos sobre ello en otro artículo, sobre el clima en el aula.

  • Aprovecha la repetición y la variación

El cerebro aprende por repetición, pero necesita variación para no aburrirse. Repetir una experiencia con pequeñas diferencias —cambiar materiales, contextos o roles— ayuda a reforzar las conexiones neuronales sin perder el interés.

El aprendizaje ocurre también cuando «no estamos enseñando». El cerebro necesita descanso para consolidar lo aprendido. 

  • Alterna actividades intensas con pausas. 
  • Ofrece retos similares con pequeñas variaciones. 
  • Cierra cada bloque con una reflexión.

 

  • Incorpora el movimiento y el juego siempre que puedas

No hay aprendizaje sin acción. Invita a los niños a construir, dramatizar, representar, moverse o resolver retos físicos.  El juego libre estimula funciones ejecutivas como la planificación, la memoria de trabajo o el control inhibitorio.

El movimiento y el juego son pilares de la neurociencia a aplicar en la educación.

La ciencia del cerebro indica que el movimiento activa zonas implicadas en la atención y la memoria.

  • Respeta los tiempos del cerebro

Cada niño necesita su propio ritmo. La presión por terminar rápido o por cumplir con todos los objetivos al mismo tiempo genera estrés y desconexión.
Permitir pausas, tiempos de silencio o momentos de reflexión favorece la consolidación del aprendizaje y reduce la sobrecarga mental.

  •  Integra lo social como parte del aprendizaje

El cerebro es profundamente social. Aprendemos mejor cuando interactuamos con otros, compartimos ideas o resolvemos conflictos.
El trabajo en pequeños grupos, los proyectos colaborativos o las asambleas fomentan la empatía, la escucha y la comprensión del otro.

 

Nuestra mirada como docentes y acompañantes.

Un gran cambio que propone la neurociencia es el que afecta al rol del docente. Ya no somos “la fuente de todo conocimiento” ni “el que controla el ritmo”, sino acompañantes del aprendizaje, observadores activos del cerebro que se mueve, que siente, que se equivoca.

  • Ver a los niños y niñas  no como un “contenedor a rellenar”, sino como un ser que crece. 
  • Reconocer que los momentos de distracción, de movimiento, de silencio también forman parte del proceso cerebral. y son esenciales en el aprendizaje.
  • Entender que el error no es un fallo sino una oportunidad de conexión neuronal nueva, un punto de inflexión para el aprendizaje. 
  • Crear entornos donde el vínculo, la confianza, la emoción estén tan presentes como el currículum.

Un docente que conoce cómo funciona el cerebro puede reconocer que detrás de una conducta desafiante suele haber una emoción no regulada, que un niño que se mueve mucho no está “molestando”, sino buscando autorregularse.
Esa comprensión genera aulas más humanas, menos reactivas y más conscientes.

neurociencia y montessori

Neurociencia y pedagogías activas: un mismo lenguaje

Desde Educar con Otra Mirada creemos en propuestas de pedagogía activa: espacios de experimentación, movimiento, manipulación, acompañamiento emocional. Lo maravilloso es que la neurociencia confirma científicamente lo que muchas pedagogías ya intuían: que el niño aprende haciendo, explorando, relacionándose.

En Educar con Otra Mirada lo vemos a diario: los principios que defiende la neurociencia coinciden con los de las pedagogías activas como Montessori, Reggio Emilia o Pikler.En este sentido, la neurociencia en la educación y las pedagogías activas hablan el mismo lenguaje.

Todas ellas parten de una misma idea: el niño aprende haciendo, explorando y relacionándose con el entorno.
La neurociencia no hace más que confirmar, desde la evidencia científica, lo que estas corrientes intuían hace décadas:

  • que la emoción impulsa el aprendizaje, 
  • que el movimiento y la manipulación fortalecen las conexiones neuronales, 
  • y que el vínculo con el adulto es el entorno más potente para que un niño crezca. 

Retos y oportunidades de la neurociencia en la educación

Como todo cambio profundo, incorporar la neurociencia en los centros educativos requiere tiempo, formación y reflexión.
Algunos de los desafíos más comunes son:

  • Traducir el lenguaje científico al “día a día del aula” sin caer en tecnicismos ni en neuromitos (ideas simplificadas que no tienen base). 
  • Formar al equipo docente y acompañar ese cambio cultural: no se trata solo de realizar una actividad “neuro”, sino de adoptar una mirada diferente. Y acompañar a los docentes para que puedan integrar esta mirada sin sentirse sobrecargados. 
  • No dejar que el enfoque sea “más herramienta” sin reflexión; el cerebro no se mejora con gadgets, sino con relaciones, ambientes, acompañamiento. 
  • Equilibrar la exigencia curricular con el ritmo del niño: el reto de no sobrecargar, de no avanzar a costa del bienestar. 

La neurociencia en la educación nos recuerda que el aprendizaje no ocurre solo en la cabeza: ocurre en el cuerpo, en la emoción, en la relación.
Aplicar sus descubrimientos no es una moda, es un paso hacia una escuela más viva, más inclusiva y más consciente de cómo aprenden realmente los niños. Más información en la OCDE sobre innovación educativa y neurociencia

Y quizás esa sea la verdadera revolución: entender que detrás de cada mente hay una historia, una emoción y un potencial esperando ser acompañado con respeto y conocimiento.

Si quieres acompañar a tus alumnos o a tu hijo desde el conocimiento de cómo funciona su cerebro,  en nuestras asesorías y acompañamientos podemos guiarte paso a paso para crear un entorno seguro, rico y estimulante. 

Descubre cómo podemos acompañarte en tu hogar o centro educativo y potenciar todo lo que nos brinda la Neurociencia y ponerlo al servicio de la  primera infancia. Solicita tu asesoría personalizada.

AUTOR: Marian Rodríguez. Mamá de dos, maestra de Infantil y Primaria, Asesora de familias y de centros educativos. 

 

24 de noviembre de 2025
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