¿Por qué nos cuesta poner límites?
Establecer límites con firmeza, conexión y amor para mejorar el vínculo y el aprendizaje.
En los acompañamientos a equipos educativos y familias, una de las consultas más recurrentes son los límites. Cómo ponerlos, qué hacer en esta u otra circunstancia… Sobre todo cómo poner límites a nuestros peques desde la educación respetuosa. Que desde el autoritarismo parece que ya todos sabemos hacerlo.
En los últimos años, la educación respetuosa ha ganado espacio en aulas, hogares y debates pedagógicos. Sin embargo, todavía existe mucha confusión sobre lo que significa realmente.
A menudo me sigo encontrando personas que piensan que implica que los niños y niñas hacen lo que quieren, sin normas ni referencias adultas. Nada más lejos de la realidad.
Una relación educativa basada en el respeto requiere de límites claros. Son un gesto de amor, un mensaje profundo que dice: «porque me importas, no te dejo hacerlo». Los límites protegen al grupo, al aula y al propio niño de sí mismo, ofreciéndole referencias seguras para crecer, explorar y aprender.
“ LOS LIMITES SON UN GESTO DE AMOR, NO PONER LIMITES SUPONE DEJAR AL NIÑ@ SIN REFERENCIAS”
Pero aunque en general tod el mundo intuimos su importancia, poner límites no siempre es fácil. La mayoría de las docentes estamos en un punto intermedio: sabemos que los límites son esenciales, pero nos encontramos con obstáculos para ofrecerlos de forma clara, firme y respetuosa.
A menudo observo la enorme «mochila emocional» que cada persona acarrea a la hora de poner límites. Esa mochila está llena de vivencias y experiencias relacionadas con cómo nos trataron cuando éramos niños. Nuestra propia historia de vida influye directamente en nuestra manera de enfrentar las emociones que surgen al establecer un límite. Muchas veces evitamos esa tarea porque queremos esquivar el acompañamiento de las emociones difíciles —como el enfado, la frustración o la tristeza— que suelen aparecer en esos momentos. Es un secreto a voces que no siempre estamos preparadas para sostener esas emociones ajenas, y por eso poner límites se convierte en un desafío aún mayor.
En este artículo intentaré acercaros por qué nos cuesta poner límites, qué errores frecuentes cometemos y cómo abordarlos desde una educación coherente con nuestros valores.

Madre poniendo un límite con cariño a su hija
Entre la permisividad y la rigidez: dos extremos que no funcionan
Podríamos distinguir dos posturas opuestas alrededor de los límites:
- Permisividad total – muy extendida, por cierto, aunque no lo creáis. Que cree que los limites son un obstáculo para el crecimiento autónomo y que lo mejor es “dejar que han lo que quieran y necesiten en cada momento ” y que los niño@ ya se regularán solos.
- Rigidez excesiva – Considerar que cualquier permisividad lo que hace es “ malcriar” ,es ineficaz y que hay que imponer normas con dureza.
Yo creo que ambas visiones desconocen la profundidad del tema y el impacto que tiene en el desarrollo emocional, social y cognitivo de la infancia. Un niño sin límites claros no se siente libre, sino desprotegido. Y un niño sometido a límites rígidos y autoritarios crece sin un vínculo seguro con el adulto.
Entre uno y otro punto de vista quiero pensar que estamos la gran mayoría de las docentes, que si bien todas entendemos la importancia de los límites, muchas veces nos encontramos sin herramientas para abordarlos o sostenerlos.

Educadora hablando con un niño con tono calmado
Factores que dificultan poner límites en el aula
Aunque entendamos la teoría, en la práctica los obstáculos son muchos:
1. Ratios: Obviamente no es lo mismo acompañar un grupo de 10 niños que uno de 25. La complejidad y el reto aumentan, y a menudo no tenemos tiempo ni espacio para ofrecer un límite desde la conexión. Pero es importante saber que se puede en un grupo y en otro: tendremos que priorizar las necesidades y saber hasta donde podemos llegar.
2. Escasa formación específica Se habla mucho de límites en conferencias, redes y libros, pero poco sobre cómo ofrecerlos en situaciones reales de aula. Lo mejor para saber poner limites y ver como se hace, estar al lado de una persona con presencia y calma para aprender a hacerlo.
3. Nuestra propia historia de vida Quienes hemos crecido en una educación autoritaria sabemos que no queremos repetirla. Sin embargo, a veces no tenemos los recursos para hacerlo diferente y nos sentimos muy inseguras, por lo que pasamos del autoritarismo a la permisividad, alternando entre ellos pero sin encontrar un centro o lo que palpita con nosotras
4. Dificultad para acompañar emociones Evitamos poner límites porque tememos la reacción emocional que conllevan: enfado, frustración o tristeza. No ponemos el límite por “miedo” a tener que acompañar la emoción que surja. “ es que si le digo que no… llora”
5. Falta de autorregulación adulta Si vivimos al límite del desborde emocional, ofrecer un límite desde la calma es casi imposible. Acabamos transmitiendo el límite con la energía de un castigo. Ya hemos hablado sobre que los niños y niñas aprenden más de lo que viven que de lo que oyen. Y para poder regular, hay que estar regulados.
Los límites como base del vínculo y del aprendizaje
Un niño que no ha vivido límites coherentes experimentará una tensión constante que no sabe manejar. Esa tensión se traduce en malestar, inseguridad y dificultad para autorregularse. No sabe qué tiene que hacer y hasta dónde puede llegar.
Cuando el adulto evita ocupar su papel como figura de autoridad (que no autoritaria), el vínculo afectivo se debilita. Y con él, la base segura necesaria para explorar, aprender y desplegar el potencial propio. Nosotros somos el regulador emocional de nuestros alumnos, hijos e hijas. Como nos comportemos nosotros en las situaciones cotidianas y como de confiables les demostremos ser es lo que hará que aprendan a regularse ellos.
Errores frecuentes al poner límites en una educación respetuosa
1. Confundir firmeza con autoritarismo
Aunque externamente parezcamos serenos, internamente podemos estar imponiendo desde una energía rígida. Esto convierte la situación en un pulso: quién gana y quién pierde. En ese escenario, pierden todos: el niño, el adulto y la relación.
2. Evitar el acompañamiento emocional
Poner un límite implica sostener emociones intensas. Si no tenemos recursos para regularnos, tenderemos a evitarlas, dejando al niño solo con su emoción.

trabajo personal
El trabajo personal: la clave para ofrecer límites sanos
La educación respetuosa no se aprende solo leyendo libros o siguiendo cuentas de Instagram. Requiere un proceso personal profundo:
- Sanar nuestras propias heridas de infancia.
- Reconocer nuestras emociones y aprender a regularlas.
- Cultivar la coherencia interna, para que lo que decimos y lo que transmitimos coincidan.
Solo así podemos ofrecer a los niños y niñas una referencia sólida, coherente y segura.
Claves para poner límites con firmeza y conexión
1. Cuidar nuestra autorregulación Practicar la calma, la presencia y la escucha activa. No podemos pedir autorregulación a los niños si no la practicamos nosotras.
2. Ser coherentes y claros El límite debe ser claro, breve y fácil de entender. No se trata de dar largas explicaciones, sino de transmitir seguridad.
3. Acompañar la emoción No basta con decir “no”. Hay que acoger y acompañar el enfado, la frustración o la tristeza que surja, para que el niño aprenda a gestionarlas.
4. Recordar que los límites son amor Cada vez que estableces un límite coherente y respetuoso, le dices al niño: “te veo, te cuido, me importas”. Recuérdalo como un mantra y así te resultará más fácil de hacer cada vez que veas que pierdes los nervios.
Conclusión: educar desde el amor firme
Poner límites no significa reprimir, ni dejar hacer sin medida. Significa proteger, acompañar y guiar.
Un aula con límites claros, ofrecidos desde la conexión, se convierte en un espacio donde los niños y niñas se sienten seguros, respetados y libres para aprender.
Desarrollar esta capacidad requiere trabajo personal, práctica y paciencia. No siempre podremos hacerlo bien. Y no pasa nada. nadie es perfecto y no hay que culpabilizarse. Lo importante es mejorar e intentar cada vez hacerlo mejor.
Si quieres dejar de improvisar y tener un plan personalizado que funcione para tu familia, aquí estoy para ayudarte.
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AUTORA: Marian Rodríguez Mamá y Maestra de Educación Infantil y Primaria.
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